Planetas retrógrados y la vía menos transitada
El 6 de diciembre Marte empezará a retrogradar en el signo de Leo, y el 7 de enero entrará de vuelta a Cáncer, el signo donde estuvo del 3 de septiembre al 3 de noviembre de 2024. Este tránsito es uno de los que más marcará esta temporada decembrina y la primera parte del 2025.
Cuando un planeta retrograda, toma más tiempo en pasar de signo a signo. Marte usualmente tarda alrededor de seis semanas en transitar un signo, pero cuando retrograda, este período se extiende hasta aproximadamente treinta y dos semanas.
Si pensamos en un planeta como un viajero con un itinerario perfectamente planificado, la retrogradación representa una interrupción inesperada, un cambio repentino de planes.
Un planeta retrógrado va lento porque va por el camino no trazado, se sale del guión: erra, deambula, vagabundea en el cielo. Es una manzana que se cae lejos del árbol, una oveja descarriada o un conductor que, en vez de irse por la carretera, se va por la destapada.
Cuando tenemos un planeta retrógrado en nuestra carta natal significa que ese planeta va a tomar la vía menos transitada para alcanzar su promesa, y en su andar se encontrará con todo tipo de contratiempos y giros extraños.
Por ejemplo, cuando Venus está retrógrada en una carta natal, puede señalar una sexualidad excéntrica o un gusto estético peculiar. También puede indicar un late bloomer, alguien que se demorará más tiempo en encontrar su estilo, su sensualidad y su confianza en las relaciones interpersonales.
Marte, la potencia misma
Los dioses son potencias de los hombres, atributos de los humanos. La mitología es una psicología.1
Marte representa la potencia misma, la fuerza energética, la pulsión humana de afirmar, actuar y arriesgar. Marte presiona hacia adelante, descubre, pelea y conquista: es ese rojo fulgor que impulsa a la semilla a germinar.
Marte habla en gruñidos y puños. Es asertivo y abrasivo. Comunica las ideas del signo en el que esté con ímpetu y valentía. Cuando Marte está en Virgo, ataja los defectos con una determinación inquebrantable. Cuando está en Acuario, no duda a la hora de irse a la guerra por sus ideas y principios. Cuando está en Leo, ruge, arde y compite para hacerse notar.
Marte retrógrado en Leo
Todos los planetas, menos la luna y el sol, tienen períodos de retrogradación; momentos donde se ralentizan y cambian de dirección, y para todos es incómodo —a nadie le gusta que le cambien los planes. Pero en el caso de Marte, este momento ambulante es especialmente frustrante.
El dios de la guerra, cuyo nombre proviene de la raíz latina mas (fuerza generadora)2, se siente humillado e impotente cuando tiene que ser menos, cuando tiene que bajar las revoluciones y detener su furiosa contienda.
El feroz e indomable, el que hace temblar desde sus cimientos los más fuertes muros3, debe retirarse del frente, y alejado del bullicio del combate, hacer lo que menos le gusta hacer: reflexionar.
Al estar en Leo, un signo de fuego, pasional y ambicioso, este momento de pausa y silencio se puede sentir aún más desesperante, aún más como un castigo.
Marte en Leo es un político que se cree rey, una super estrella dorada, un atleta rompiendo récord tras récord. Donald Trump, Beyoncé y Michael Jordan tienen Marte en Leo.
Las personas nacidas con Marte en este signo tienen una propensidad al drama, a la performatividad, a vivir su vida como si fuera una gran obra de teatro. Esperan mucho de sí mismas; se ven al espejo y no ven a un humano común, ven grandeza, mitología, poder. Encausan todo su fuego para inmortalizarse como el mismísimo sol.


Arquetípicamente, Marte en Leo nos remite a Fama, la diosa romana de la voz pública, encargada de tejer narrativas dramáticas sobre las diferentes personas en los pueblos. Fama estaba encargada de la reputación y difundía rumores de hazañas y desgracias, convirtiendo a simples lugareños en celebridades.
Marte en Leo gana su lugar en el spotlight con su capacidad de automitologizarse.
Así que, cuando Marte retrógrada en Leo, nos vemos obligados a cuestionar la estrategia que hemos empleado para atraer y dirigir la atención. La modelo envejece, el deportista se lesiona, el cineasta recibe reseñas negativas.
Si esto ocurre en alguna área de su vida les recomiendo recibir el llamado de atención cósmico con humildad: un pivote no es una muerte, aunque muchas veces Leo, el signo fijo del Sol, lo pueda sentir así.
Marte se devuelve de Leo a Cáncer
Lo que hace esta retrogradación aún más compleja y rica en significado es que no solo sucederá en Leo. En el camino de retrogradación, Marte retrocederá lo suficiente para llegar al signo anterior, Cáncer. Es como si el León, rey de la sabana, dejara su arenoso reino para entrar al paraíso húmedo e inconquistable de la selva canceriana. En Cáncer ya no hay reyes, ni presidentes, ni celebridades; todo está horizontal, suspendido en el mismo líquido, fundido en un mismo seno.
Cáncer es una jungla espesa donde todo se derrite, se derrama, y la única que tiene el control es ella: la Madre, la naturaleza. Al entrar a este vientre hirviente, el león se da cuenta de que no es el rey, que nunca lo fue, que se autodeclaró, poniéndose, incautamente, por encima de su Madre. Marte pasa de sentirse indomable a sentirse doblegado, completamente rodeado por el terreno misterioso de Cáncer.
Del 6 de diciembre al 23 de febrero de 2025, podemos sentir cómo, lentamente, nuestro poder y nuestra influencia se ven cada vez más comprometidos. Marte en Leo retrogradando hacia Cáncer es una lección de humildad. Pasamos de sentirnos en la cima del mundo a sentirnos como bebés, sedientos de cama y consuelo.
Este es un buen momento para redefinir lo que es el verdadero éxito. La lección del Sol es aprender no solo a subir, sino también a bajar. El I Ching dice: «esforzarse hacia arriba es rebelión, esforzarse hacia abajo es devoción». A veces, el acto más digno de aplausos es el de bajar la cabeza y volver al ombligo: cultivar las raíces, el centro, eso que nos ancla a algo más profundo que la vanidad.
En la vastedad de la sabana, el león es responsable de la anchura de todo un reino y no tiene el tiempo ni la quietud para notar lo pequeño, lo sutil. En cambio, en el silencio insular del jardín de Cáncer, lo sutil es lo único que existe. No hay audiencia ni aplausos, todo respira junto.
En lugar de mirar hacia arriba y hacia afuera, ahora debemos mirar hacia atrás y hacia adentro. Encontrar la visión para el 2025 no en lo que promete seguidores y laureles, sino en algún recuerdo de infancia, en una anécdota familiar o en el olor particular de la casa de los abuelos.
Este es un desvío cósmico: pasamos del padre a la madre, de la bulla al silencio, de la arrogancia a la humildad, del futuro al pasado, de la dominación a la receptividad.
El león abdica el trono y emprende un camino solitario en busca de lo minúsculo, de lo enraizado, del origen humilde.




Quitarse la máscara y matar a la audiencia
En nuestra vida personal, podemos sentir cómo nuestro personaje público es puesto en tela de juicio. Nos preguntamos por la manera en la que buscamos la aprobación, en la que nos caricaturizamos, en la que nos dejamos atrapar en un falso guión, en la que nos convencemos de que somos nuestra máscara, nuestra reputación, nuestros diplomas o nuestros likes, eso que el público dice que somos. Este retrógrado se trata de matar a la audiencia, de no dejarse embaucar por ideas llanas y deformadas sobre lo que somos.
Seguramente muchos pasaremos más tiempo dentro de la obra de teatro familiar, y esto nos expondrá a lo que pretendemos ser para complacer las imágenes preconcebidas que tienen los más cercanos de nosotros. En familia, usualmente volvemos al rol que se nos ha asignado desde la infancia, un rol que no tiene en cuenta las transformaciones y las nuevas complejidades que descubrimos dentro de nosotros año tras año.
En este retrógrado, volvemos a nuestro clóset de disfraces y recorremos la trayectoria de todos los personajes que hemos sido, de todas las máscaras que nos hemos puesto para habitar este mundo de apariencias. Antes de pensar en el nuevo papel que asumiremos en el 2025, es importante volver a la colección de antifaces, boas, guantes y sombreros para entender qué hemos pretendido ser y quiénes somos cuando nadie nos mira.
Sin embargo, este es un momento no solo para reflexionar sobre nuestro rol como personaje, sino también sobre nuestro rol como audiencia. Es importante reconocer cómo nosotros también participamos en esta cosificación del otro, cómo encerramos a los que más queremos en una idea angostísima de lo que creemos que son.
En la urgencia por hacerse escuchar, Leo no escucha; recita sus líneas, responde automáticamente, no está presente, está actuando. Si no nos damos la libertad de dejar el personaje de lado, seguramente no le daremos esa libertad al otro, haciendo de esta temporada una competencia de quién es el mejor actor de una versión parodiada de sí mismo. Pero si somos conscientes de que las personas son más que su reputación, más que lo que creemos que son—mucho más frondosas y matizadas, menos como un bosquejo en 2D y más como un bosque profundo y oscuro—, lo íntimo y familiar de Cáncer, de repente, se vuelve tan estimulante como la adrenalina del triunfo leonino.
Muchas veces, el aburrimiento es simplemente falta de sinceridad, y la falta de sinceridad nace de esa imagen idealizada que tenemos de nosotros mismos y que queremos imponer a los demás4: una imagen leonina, admirable, pero dolorosamente hegemónica; lo suficientemente aplanada y deshumanizada para ser digerible por una audiencia sin imaginación.
La tragedia de Leo es la historia de muchas figuras públicas que, por reconocimiento global, sacrifican su humanidad. Pero esto también nos puede pasar a quienes no somos famosos: nos dejamos seducir por los reflectores de los escenarios cotidianos y dejamos que la mirada ajena queme nuestra compasión y nuestra escucha.
En Cáncer recuperamos la vulnerabilidad y la atención en el no-rol; el vapor del vientre materno derrite el maquillaje y revela la verdad: que, por más solares, admirables y dignos que aparentemos ser, todos, todos somos niños asustados, en busca de alguien que escuche nuestros gritos de ayuda.
El paso de Leo a Cáncer es el de la estrella pop que escoge el amor sobre el glamour (Lana del Rey tiene Marte en Cáncer), el actor que se atreve a estar triste en público (Keanu Reeves tiene Marte en Cáncer), el atleta que pierde la cordura y ataca a su contrincante, exponiendo su condición como humano defectuoso (Zidane tiene Marte en Cáncer).



En Leo nos creíamos radiantes y perfectos, pero al llegar a Cáncer nos damos cuenta de que todos, por más asombrosos que parezcamos, somos igual de patéticamente humanos.
Syd Barrett, el que escogió la luna sobre el sol
Syd Barrett, cofundador, guitarrista y compositor de Pink Floyd, nació la última vez que Marte hizo una retrogradación similar de los primeros grados de Leo a los últimos grados de Cáncer, en 1946. Syd nació con Marte retrógrado en el grado 26 de Cáncer, y su experiencia como artista encarna la esencia arquetípica del camino en reversa del signo del sol al signo de la luna.
Syd nació con la vena encendida por el fuego leonino; en su juventud fue descrito como optimista, carismático y popular. Su magnetismo y expresión artística lo llevaron a cofundar una de las grandes bandas de la historia de la música. Syd ha sido tildado como un pionero del rock psicodélico y fue la inspiración creativa de artistas como David Bowie, The Cure y R.E.M.
Pero Syd no nació con Marte en Leo, sino con Marte reversando a Cáncer: a medida que su popularidad crecía, empezó a tener más y más conflictos con lo que el público esperaba de él. Ni las alabanzas ni el glamour de la vida de rockstar parecían seducirlo. Empezó a experimentar con LSD, en busca de algo más grande con qué fundirse, algo más carnoso y caliente que la soledad del escenario. Sus compañeros de banda dicen que Syd estaba en búsqueda de un secreto, de la verdad detrás del juego de roles y luces.
Poco a poco, ese misterio, ese llamado canceriano, lo fue halando cada vez más, y su relación con la audiencia se deterioró. En los últimos meses antes de su salida de Pink Floyd, tocaba conciertos dándole la espalda al público y proponía grabar canciones imposibles de entender y de tocar.
Syd oficialmente dejó la banda en 1968, y la última canción que grabó, Jugband Blues, habla de su desprecio por el mundo leonino:
"I don’t care if the sun don’t shine, and I don’t care if nothing is mine"
"No me importa si el sol no brilla, y no me importa si nada es mío"
Sus compañeros de banda querían la fama del sol; Syd quería la grandeza misteriosa de la luna.
"And I never knew the moon could be so big
And I never knew the moon could be so blue"
"Y nunca supe que la luna podía ser tan grande
Y nunca supe que la luna podía ser tan azul"
Después de su salida de la banda, Pink Floyd grabó la canción Shine On You Crazy Diamond dedicada a Syd, donde expresan su desconcierto ante el hecho de que su amigo y colega se haya devuelto del sol a la luna:
"Remember when you were young, you shone like the sun.
Now there's a look in your eyes, like black holes in the sky.
You reached for the secret too soon, you cried for the moon.
Shine on you crazy diamond."
"Recuerdas cuando eras joven, brillabas como el sol.
Ahora hay una mirada en tus ojos, como agujeros negros en el cielo.
Llegaste al secreto demasiado pronto, lloraste por la Luna.
Sigue brillando, diamante loco."
Syd no estaba dispuesto a ser el Leo que todos querían que fuera; abdicó su trono y se dedicó a pintar y a la jardinería. Se mudó con su madre y vivió una vida solitaria y contemplativa. Ha habido muchas teorías sobre por qué Syd decidió retirarse tan prematuramente del estrellato: algunos han dicho esquizofrenia, otros autismo. Pero quizá, simplemente, se atrevió a escoger la luna sobre el sol, la porosidad sobre el disfraz, la libertad sobre el aplauso.
"No creo que sea fácil definirme. Tengo una mente errante. Y no soy nada de lo que creen que soy."
—Syd Barrett (Marte en Cáncer)
"Daría toda mi fama por una jarra de cerveza y seguridad."
—William Shakespeare (Marte en Cáncer)
Carolina Sanín.
La Dinámica del Inconsciente: Seminarios de Astrología Psicológica. Liz Greene.
Himno Órfico a Ares.
Anais Nin.
Maravilloso, gran historia para finalizar este post, me regalaste mucho entendimiento <3
♥️